Conversación con isabel allende
¿Cuántas veces en la vida podemos conversar con un ícono de la literatura a quien admiramos? Este privilegio usualmente queda reservado a periodistas u otra celebridad del mismo calibre. Creo que la gran mayoría podemos decir, que la probabilidad de que ocurra en la vida real es muy escasa. Por lo tanto, me considero muy afortunado, al haber podido sostener una breve conversación con la célebre autora de “La Casa de los espíritus”, “Eva Luna” y “Paula”, por mencionar tan solo tres obras significativas de su prolífera producción literaria.
La oportunidad se me presentó en ocasión de mi participación en un curso auspiciado por la prestigiosa casa editora Random House. Los participantes tuvimos la grata experiencia de intercambiar con la afamada escritora en un encuentro franco.
Isabel Allende crea rápidamente en su entorno una atmósfera de tranquilidad y confianza. Es una mujer atractiva, que irradia la sensación de que sabe lo que desea para ella misma en esta etapa de su vida. Su interlocutor percibe rápidamente que sus respuestas elocuentes no son estudiadas, no son estribillos que repite. Habló cándidamente sobre etapas de su vida y las reflexiones que surgieron a raíz de sus experiencias.
Noté que tomaba muy en serio las preguntas que nos inquietaban y mostraba un interés genuino en proveer respuestas satisfactorias y honestas, sin buscar tan solo complacer gustos y alimentar una imagen pública.
Me sentí muy emocionado al momento de iniciar la conversación durante la cual le confié sobre mi interés en escribir cuentos, un género del cual expresó: “¡muy difícil!”.
A mí siempre me llamó mucho la atención, la capacidad de Isabel de escribir escenas y diálogos en los que los personajes masculinos se expresan y actúan de una forma genuina. ¿Cómo hace Isabel Allende para lograr esos diálogos?, pregunté. Su respuesta fue significativa: “Cuando escribo sobre un personaje masculino, siempre tengo un modelo. No lo invento”. Por eso plantea como requisito para un buen escritor el “tener buen oído para escuchar y ojo para observar”. Es decir que es en la observación y detenida colección de datos provenientes de nuestro entorno, en la que reside la capacidad de crear personajes que encarnen de una manera verosímil.
En el género del cuento, la brevedad de la narración requiere de un gran esfuerzo para plasmar una personalidad genuina encarnada en un personaje. Al final resulta que, a juzgar por las palabras de Isabel Allende, los seres humanos no somos distintos en nuestra percepción del amor, la pasión y as calamidades que confrontamos durante nuestras vidas. Se trata de oír, escuchar al otro y a quienes nos rodean, para entender qué sucede en cada corazón.